En muchas ocasiones hemos oído hablar de la plasticidad del cerebro pero ¿qué significa exactamente esto? Nuestra adaptación y el aprendizaje dependen directamente de la capacidad del cerebro para generar “caminos” neurológicos nuevos a través de las neuronas que transmiten la información entre ellas.
Las sinapsis son el punto de contacto entre una neurona y otra y gracias a estos puntos se construye la red dinámica y extremadamente compleja del cerebro.
Animación real bajo microscopio de como hacen sinapsis las neuronas
La plasticidad sináptica es fundamental para la memoria y para fijar los recuerdos reforzando las sinapsis con numerosos neurorreceptores.
Las neurotrofinas son las moléculas encargadas de esta plasticidad neuronal. Fueron descubiertas por Rita Levi-Montalcini en 1951 demostrando que un déficit de neurotrofinas induce a desarrollar diferentes enfermedades como la epilepsia, la enfermedad de Alzheimer, de Parkinson y la depresión.
Las neurotrofinas o factores neurotróficos son una familia de proteínas formada por el factor de crecimiento nervioso (NGF o nerve growth factor), el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF o brain-derived neurotrophic factor), la neurotrofina-1 (NT-1), la neurotrofina-3 (NT-3) y la neurotrofina-4 (NT-4). Se vierten al torrente sanguíneo y son capaces de unirse a receptores de determinadas células para estimular su supervivencia, crecimiento o diferenciación. Una de sus funciones es impedir a las neuronas diana que inicien la apoptosis o, lo que es lo mismo, su destrucción o muerte.
Mark Tuszynski, de la Universidad de California, demostró que el factor neurotrófico (BDNF) evitaba la muerte neuronal y la disfunción cognitiva en grupos de primates y ratas. Demostró también que el BDNF juega un papel importante en la memoria a largo plazo.
El equipo de Daniel Choquet, del Instituto Interdisciplinario de Neurociencias de la Universidad de Burdeos, ha descubierto que en el hipocampo (estructura cerebral clave para algunas formas de memoria) los neurorreceptores, situados fuera de las sinapsis, se desplazan aleatoriamente.
El estrés crónico o excesivo y la depresión disminuyen la producción de BDNF en diferentes regiones cerebrales, provocando la muerte celular y el despoblamiento neuronal, es decir, los procesos neurodegenerativos se inician y la plasticidad cerebral se reduce.
El BDNF está afectado también en la epilepsia del lóbulo temporal, en la enfermedad de Alzheimer y en otras enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y la enfermedad de Huntington.
Para evitar que el BDNF disminuya es importante el ejercicio. Caminar a una intensidad media, correr, andar en bicicleta, practicar algún deporte, etc. aumentan la capacidad de retener información, ya que la actividad física estimula mediante impulsos eléctricos al cerebro activando diferentes neurotransmisores, entre ellos el BDNF (brain derived neurotrophic factor).
Para demostrar si el ejercicio es beneficioso para la salud en general o solo para la química cerebral se realizó un estudio con animales donde el ejercicio pudo aislarse como la variable central. Las ratas y ratones que corrían en su rueda durante una o dos semanas aumentaban considerablemente las cantidades de proteína BDNF, pero no solamente en el cerebro, sino también en la médula espinal lumbar, el cerebelo y la corteza. Además, se encontró una correlación positiva entre la distancia promedio corrida por día y el aumento del BDNF en el hipocampo.
Practicar regularmente ejercicio ayudará pues a mejorar el estado general del organismo reduciendo los niveles de estrés y gracias al aumento de BDNF lograremos un cerebro fortalecido y un mejor estado de ánimo.
El cuerpo humano tiende a un “ahorro energético” global. Si nos centramos en la actividad del cerebro, su tendencia para no malgastar la energía es la rutina, es decir, las funciones automáticas e inconscientes que no consumen recursos y que siempre discurren por las mismas carreteras neuronales.
Al cerebro hay que sorprenderlo, hay que hacerlo “correr” con acciones nuevas y diferentes provocando que las neurotrofinas se multipliquen. Para Iván Izquierdo, especialista en fisiología de la memoria, el mejor ejercicio para el cerebro es leer ya que con la lectura se activan todas las regiones de la corteza cerebral.
Cuando lees ejercitas la memoria visual y verbal, la memoria de otros idiomas, la memoria de los sinónimos, la memoria de imágenes… Leer es, sin lugar a dudas, el mejor sistema para mantener nuestro cerebro saludable. Para las personas invidentes o con dificultades visuales, escuchar a alguien narrar una historia produce el mismo efecto sobre la memoria.
Con el fin de incrementar la producción de neutrofinas y con ello ampliar la plasticidad cerebral, el Centro de Neurobiología del Duke University Medical Center (EEUU) sugiere una serie de ejercicios o retos:
1. Cerrar los ojos para lavarse los dientes, coger la pasta dentífrica, el cepillo…
2. Utilizar la mano no dominante para comer o escribir. Es preferible inmovilizar el brazo dominante para que no actúe “sin querer”.
3. Leer en voz alta para activar diferentes circuitos cerebrales.
4. No utilizar los mismos caminos para ir al trabajo o volver a casa.
5. Aprender algo nuevo y diferente: informática, fotografía, cocina, yoga, baile o un idioma.
El sistema para Activar la conciencia resume muchos de estos ejercicios y propone otros nuevos y sorpredentes. Aunque,sin lugar a dudas, lo más importante es que no lo dejes para mañana. Hazlo! Tu cerebro y tu cuerpo te lo agradecerán.